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2/11/10

Cárcel perfecta.

Se despertó, abrió poco a poco los ojos, la luz de los rayos del sol consiguió inundarlos. Cuando pudo ver a su alrededor alejó la vista y pudo ver el horizonte. Yacía petrificado en el suelo, como una marioneta abandonada por su ventrílocuo, intento ponerse en pie, estaba débil, se dio cuenta que llevaba ahí mucho tiempo.
Pudo ponerse en pie y comenzó a andar. Estaba en un gran prado, era todo completamente verde, el aire estaba compuesto por una felicidad embriagadora. El cielo estaba despejado, solo había una nube en ese gran cielo, podía decir que se encontraba en el cielo.
Quiso investigar y así preguntarle a alguien qué era ese lugar tan extraño que no había visto nunca y no había escuchado a nadie hablar de el.
Estuvo bastante tiempo, no sabía cuanto, pues no tenía reloj y parecía que en ese lugar nunca anochecía, el sol seguía en su lugar, sin inmutarse, sin dejar de brillar.
No encontraba a nadie, parecía que estaba desierto, comenzó a desesperarse, tenía muchas preguntas y no conseguía encontrar respuestas lógicas.
Vio un árbol y se sentó bajo él, no sabía que pensar, no encontraba las respuestas lógicas que él esperaba.
Muchos sentimientos comenzaron a inundar su cabeza, sufrimiento, dolor, tristeza…
Estaba harto, en un momento de gran desesperación empezó a gritar.
Gritaba a pleno pulmón, nadie podía escucharlo porque estaba solo, gritó hasta desgarrarse la garganta.
De repente le comenzó a doler el pecho, tenía la camisa llena de sangre, no sabía que le había ocurrido y fue cuando encontró una respuesta.
Estaba solo, en un lugar aparentemente feliz, donde no anochecía nunca y con una bala en el pecho.
Estaba muerto y estaría ahí mucho tiempo, días, semanas, meses, años, siglos, siempre, toda la eternidad, ese tiempo que dura tanto que la mente humana no consigue alcanzar.
Se encontraba en el cielo y ese cielo sería su cárcel toda la eternidad.
Aroa.

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