El corazón palpita a una velocidad increíble, intentando salir a la superficie, salirse del pecho. El pulso aumenta. Sudores fríos recorren las manos, como si quisieran borrar las huellas dactilares. Mariposas anidando en el estómago, reproduciéndose en cada uno de tus órganos, dulce cosquilleo. Ojos bloqueados miran a un punto fijo. Temblores adueñándose de tus piernas, pasos débiles y poco precisos. El cerebro echa a volar en busca del suicidio, demasiada presión. La lengua intenta coordinarse con el cerebro, buscando las palabras correctas en un auténtico laberinto llamado “pensamiento” y formar frases coherentes, un hecho casi imposible. La temperatura corporal se dispara hacia los extremos, el frío y el calor comienza a confundirse. Un escalofrío consigue ponerte los pelos de punta. Los dientes se apoderan de los labios clavándose en ellos. Echar a llorar de impotencia y reírte de ti misma.
Me gusta esa sensación.
Poder avistar la locura es fantástico.
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